AFP en la mira
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Guillermo Tagle
Un análisis público realizado hace algunos días por uno de los consejeros del Banco Central respecto de necesidades de mejoras al Sistema de Administración de Pensiones en Chile, ha servido de excusa a los medios de comunicación, para volver a la carga una vez más, con sus planteamientos ácidos habituales y todas las críticas imaginables, respecto de uno de los pilares principales para el progreso económico y social de Chile de los últimos 30 años. Lamentable la falta de objetividad y parcialidad de quienes establecen las pautas en los medios de comunicación. Posturas tan negativas, poco objetivas y poco constructivas hacia el mundo empresarial, aunque ya no sorprenden porque son “pan de cada día”, son los causantes de buena parte del ambiente de pesimismo que propagan, quienes no aceptan observar que Chile vive hoy uno de los momentos más exitosos y expectantes de su historia. A punto de convertirse en país desarrollado, con niveles de desempleo en mínimos, reconocimiento internacional sin precedentes y un dinamismo económico y social que no habíamos sentido hace mucho. Para criticar constructivamente, para buscar soluciones a lo que nos falta, para hacer Patria, hay que saber reconocer las cosas buenas, lo que hemos logrado como Nación, que es mucho, mucho más que lo que hubiésemos soñado lograr hace 15 ó 20 años.
El sistema de ahorro previsional, basado en contribuciones y cuentas individuales, ha sido una de las innovaciones más importantes ocurridas en la historia económica de Chile.
Como todos los desarrollos de su tipo, la regulación de las AFP ha requerido modificaciones y perfeccionamientos a lo largo del tiempo, ha debido adaptarse a los cambios sociales y demográficos para tratar de mantener su vigencia y resolver de buena forma las dificultades que han aflorado. Fue en esta dirección como se resolvieron y aprobaron cambios fundamentales, parte del denominado “pilar social” del gobierno de Michelle Bachelet, orientados a resolver las falencias del sistema para los más pobres y desvalidos, para quienes el régimen de capitalización individual no genera una solución. El Estado de Chile asumió la responsabilidad y el costo asociado, creando mecanismo de protección que por justicia social, todos merecen.
Consecuente con el ambiente de bienestar que vive Chile, con la mayor capacidad económica que tenemos como Nación, corresponde buscar constructivamente soluciones a una “segunda generación” de dificultades (como algunas de las planteadas en el análisis del consejero del Banco Central): personas que en sus últimos años de vida laboral activa han tenido éxito, han logrado remuneraciones sobre $1 ó $2 millones mensuales (pero sólo en sus últimos años de vida activa), efectivamente no logran acumular un ahorro suficiente como para mantener su estándar de vida por más de 20 años sin trabajar. Trabajadores independientes, que han tenido un buen pasar, pero que no ahorraron proporcionalmente, efectivamente cuando llega el momento de jubilar, la AFP no logra resolverles el problema. Mujeres de clase media acomodada, que viven solas, que se sostienen a sí mismas, que también dedicaron parte importante de su vida a ser madres, que tuvieron aportes bajos a su ahorro individual, también descubren que si bien a los 60 años pueden técnicamente jubilar, ni el pilar solidario (definido para proveer pensiones mínimas) ni la AFP donde cotizaron los años trabajados, está en capacidad de ofrecer una solución “aceptable”. ¿Debe el Estado hacerse cargo de estos problemas? ¿Estamos en una situación de bienestar como para asumir en el presupuesto fiscal, estas carencias de “segunda generación”? ¿Debieran los afiliados exitosos (que logran ahorrar suficiente para la pensión requerida) ser solidarios y estar dispuestos a “compartir” parte de sus triunfos con los menos afortunados? ¿Vale la pena permitir al sistema tomar un margen mayor de riesgo en sus inversiones, que puedan proveer un mayor retorno esperado a sus afiliados y reduzca el número de personas que enfrentan algunas de las dificultades anteriores? ¿Qué pasa si el mayor riesgo se traduce en menor retorno?
Son los dilemas que constructivamente y en este proceso de mejora continua, debemos evaluar y buscar cómo mejorar. Son dilemas que en sociedades más avanzadas como la europea, cuando tuvieron Estados más ricos, decidieron asumir como parte de la responsabilidad fiscal “mínima”, que hoy tiene sus arcas quebradas. Encontrar soluciones a este sistema de ecuaciones de múltiples incógnitas, es en lo que hay que trabajar. Difícil pero no imposible. Constructivamente, mucho más probable encontrar la solución.